jueves, 22 de noviembre de 2012

El Tunchi


En cierto caserío de la selva ucayalina, vivía el Profesor Edrulfo, en una casita de paja, pintado de color azul, que lo habitantes de dicho lugar había construido para él, ya que allí se había nombrado recientemente.
Un sábado  decidió ir a visitar a uno de sus estudiantes que no había asistido a clases.  Para verificar in situ la situación que estaba pasando; para ello tenía que caminar 5 kilómetro selva adentro;  calculando llegar en una hora y meda, inició su caminata a las tres de la tarde. Se adentró por la selva por el sinuoso camino que felizmente habían librado hace poco los habitantes del lugar, para evitar que algún animal como las culebras causen problemas y muertes con sus mordidas venenosas. Le acompañaban el canto de los pajaritos, insectos y otros que deambulaban por el lugar. Caminaba rápidamente, para no hacerse de noche, escuchando los suy suy, perdices, pucacunga y otros animales que vivían por el lugar; entre ellos escuchó el silbido del tunchi.
- fin fin, finfinfin - silbaba.
-¡Caramba! ¡ Este pajarito cree que me asustar, pero está muy equivocado-pensó- siguió caminando muy de prisa sin prestarle atención.
- fin fin, finfinfin – volvió a escuchar el silbido; pero, esta vez más cerca.
- fin fin, finfinfin – siguió el silbido; pero, esta vez detrás de él.
El docente agarró una rama mediana de un  árbol que se encontraba en el piso y caminó muy de prisa batiéndolo en el aire. ¡Con esto dejará de molestarme –dijo para sí mismo. (Creencia que cuando bates una rama d árbol el tunchi no se teacerca)
- fin fin, finfinfin – siguió el silbido; pero, esta vez, a su costado izquierdo.
Empezó a sentir escalofríos y su cuerpo se esponjó, cuando de reojo vio a un ser fantasmal a unos cinco metros de él, caminando como a medio metro del suelo; no se le veía el rostro. ¡No lo podía creer!, él nunca habría creído en esos seres y hoy lo tenía casi al frente de él. Siguió caminando sin parar, casi corriendo.  El ser avanzó unos 50 metros y se detuvo al costado del camino como esperándole, el miedo quería paralizar sus miembros pero haciendo un supremo esfuerzo, continuó su camino, riñéndole con voz muy fuerte,  no demostrando el miedo que llevaba dentro. Poco a poco el ser se fue quedando atrás  hasta que despareció de su vista. Ya empezaba a oscurecer, vio su reloj, eran las 5:30 de la tarde, a lo lejos divisó la casita del estudiante y su corazón se alegró muchísimo. Llegó a ella y la mamá lo recibió con alegría, les contó el motivo de su visita y ella le dijo que su hijo estaba enfermo, por eso, no había asistido al colegio. El docente receloso les conto lo sucedido en el camino temiendo que no le creyeran, muy por el contrario le dijeron que era un Señor que había muerto de pulmonía, al cual el día anterior por ese mismo camino habían ido a enterrar.  
La familia acompañó de regreso al profesor quien estaba asombrado de lo sucedido,  pensando que todo era un sueño, pero, debía respetar las creencias de los pobladores de ese lugar.
Autor: Clotilde Natividad Sánchez Ríos.

Resolver el siguiente cuestionario interactivo:  https://docs.google.com/forms/d/1u1_HrEfWbHRVwm6SoxsW5hFdUZppyy-T2SsdayIeA0M/viewform

lunes, 12 de noviembre de 2012

La Valentía de la Mamá Perdiz

Cierta vez en un amanecer de verano, en lo inhóspito de la selva ucayalina se encontraba mamá perdiz preparando la comida de sus dos hijos, ya que ellos  asistían muy temprano a la escuela en un árbol de ojé con el Señor maestro lechuza.
_ ¡Levántense hijos ya es hora de desayunar! - llamaba a sus pequeños.
_ ¡Ya mamita! Respondieron muy obedientes sus hijos,  Perdicín y Perdicito.
A los niños perdices les gustaba ir a la escuela pues aprendían muchas cosas nuevas, como por ejemplo volar, darse cuenta cuando están en peligro, leer, escribir y sobre todo tener muchos amigos con quienes estudiar y compartir momentos de amistad.
¡Apúrate hermanito! -  le decía el perdiz mayor- ¡ya vamos a llegar tarde!
-  ¡No se olviden! ¡Vayan con cuidado, de frente al colegio! - les decía la mamá – no los vaya a pasar algo malo. Si se encuentran en dificultades griten y  regresen a pedir ayuda.
Los niños muy contentos se fueron volando, cuando de pronto perdicín el mayor le dijo al pequeño:
-  ¡Mira! ¡Esas hermosas y ricas chimicuas en ese coposo árbol, vamos a comerlos!
-  ¡No! – dijo perdicito mamá nos dijo que fuéramos de frente a la escuela.
- ¡Vamos! Mamá no se enterará - dicho esto bajo a toda prisa sin escuchar a su hermanito quien terminó por seguirle.
Estaban tan entusiasmados cogiendo y comiendo las frutas que no se dieron cuenta que un tigre estaba escondido entre las ramas mas coposas del árbol y de un zarpazo  atrapó a Perdicito y le dijo:
_ Te voy a comerrrr.
Perdicito se puso a gritar de desesperación.
- Auxilio, ayúdame hermanito
Perdicín no supo qué hacer y también se puso a gritar
-  ¡ Mamá, mamá, mamáaaaaa! - Gritaba con todas sus fuerzas. ¡Ayúdanos!.
De pura casualidad la mamá estaba yendo a la escuela  a visitar al maestro para ver el avance de sus hijos y escucho sus gritos desesperados. No podía creer lo que escuchaba y voló rápidamente a salvarlos. Cuando vio el espectáculo casi se desmaya pues el tigre ya estaba llevando a la boca a su hijo más pequeño. Lo pensó rápido y en picada se abalanzo sobre el enorme animal picándole en la Nariz y los Ojos, haciendo que suelte al pequeño. El tigre quiso agarrar a zarpazo a la madre pero ella valientemente en una rápida acción tomó sus hijos de sus alas y los llevó volando lo más rápido posible, a su escuelita, donde el tigre no los alcanzara. Cuando llegaron les contaron lo sucedido y todos se alegraron por que estaban sanos y salvos, quedando admirados por la acción heroica de la mamá.
Las avecitas asustadas pidieron perdón por no obedecer y prometieron, dedicarse a estudiar sin desviarse de su camino a la escuela. Desde ese día vivieron felices y contentos en unión familiar.
Autor: Clotilde Natividad Sánchez Ríos