Cierta vez en un amanecer de verano, en lo inhóspito de la
selva ucayalina se encontraba mamá perdiz preparando la comida de sus dos hijos, ya que ellos asistían muy temprano a la
escuela en un árbol de ojé con el Señor
maestro lechuza.
_ ¡Levántense hijos ya es hora de desayunar! - llamaba a sus
pequeños.
_ ¡Ya mamita! Respondieron muy obedientes sus hijos, Perdicín y Perdicito.
A los niños perdices les gustaba ir a la escuela pues
aprendían muchas cosas nuevas, como por ejemplo volar, darse cuenta cuando
están en peligro, leer, escribir y sobre todo tener muchos amigos con quienes estudiar y compartir momentos de amistad.
¡Apúrate hermanito! -
le decía el perdiz mayor- ¡ya vamos a llegar tarde!
- ¡No se olviden!
¡Vayan con cuidado, de frente al colegio! - les decía la mamá – no los vaya a
pasar algo malo. Si se encuentran en dificultades griten y regresen a pedir ayuda.
Los niños muy contentos se fueron volando, cuando de pronto
perdicín el mayor le dijo al pequeño:
- ¡Mira! ¡Esas
hermosas y ricas chimicuas en ese coposo árbol, vamos a comerlos!
- ¡No! – dijo
perdicito mamá nos dijo que fuéramos de frente a la escuela.
- ¡Vamos! Mamá no se enterará - dicho esto bajo a toda prisa
sin escuchar a su hermanito quien terminó por seguirle.
Estaban tan entusiasmados cogiendo y comiendo las frutas que
no se dieron cuenta que un tigre estaba escondido entre las ramas mas coposas
del árbol y de un zarpazo atrapó a
Perdicito y le dijo:
_ Te voy a comerrrr.
Perdicito se puso a gritar de desesperación.
- Auxilio, ayúdame hermanito
Perdicín no supo qué hacer y también se puso a gritar
- ¡ Mamá, mamá,
mamáaaaaa! - Gritaba con todas sus fuerzas. ¡Ayúdanos!.
De pura casualidad la mamá estaba yendo a la escuela a visitar al maestro para ver el avance de
sus hijos y escucho sus gritos desesperados. No podía creer lo que escuchaba y
voló rápidamente a salvarlos. Cuando vio el espectáculo casi se desmaya pues el
tigre ya estaba llevando a la boca a su hijo más pequeño. Lo pensó rápido y en
picada se abalanzo sobre el enorme animal picándole en la Nariz y los Ojos,
haciendo que suelte al pequeño. El tigre quiso agarrar a zarpazo a la madre
pero ella valientemente en una rápida acción tomó sus hijos de sus alas y los
llevó volando lo más rápido posible, a su escuelita, donde el tigre no los
alcanzara. Cuando llegaron les contaron lo sucedido y todos se alegraron por
que estaban sanos y salvos, quedando admirados por la acción heroica de la
mamá.
Las avecitas asustadas pidieron perdón por no obedecer y
prometieron, dedicarse a estudiar sin desviarse de su camino a la escuela. Desde
ese día vivieron felices y contentos en unión familiar.
Autor:
Clotilde Natividad Sánchez Ríos
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